EL PAPEL DEL FORMADOR
Reflexiones de un consultor
Más de 20 años avalan el éxito de Bonser en la implantación de proyectos de gestión integral de patrimonio. La clave de este logro reside en nuestra especialización como consultores expertos en la materia y la personalización de nuestro trabajo para cada entidad: diseñando modelos, elaborando materiales y planes de formación que respondan a sus necesidades.
La formación del personal de las organizaciones es un pilar fundamental en el proceso de implantación de todos nuestros proyectos. Por ello, desde Bonser ponemos en valor nuestro papel, no sólo como consultores expertos, también como formadores y comunicadores. Se trata de un trabajo que requiere de una constante actualización y búsqueda de técnicas para transmitir nuestro mensaje a personas que, posteriormente, deberán aplicarlo en su trabajo diario. Teniendo esto en cuenta, antes de comenzar cualquier proyecto cabe preguntarse:
¿Cómo podemos transmitir nuestro conocimiento de manera efectiva?
A la hora de abordar una formación se han de marcar una serie de objetivos a realizar en tres momentos temporales diferentes: en la fase de preparación, de ejecución y de reflexión.
Fase de preparación
El objetivo de esta fase es definir cuál es el modelo de trabajo y los requerimientos de la entidad. El ecosistema de las administraciones públicas es muy diverso y, por tanto, jamás podrán enfocarse dos formaciones de la misma manera.
Antes de ejecutar cualquier formación, durante esta primera etapa, se deberá crear nuevo material que se ajuste a las necesidades de los asistentes. Posteriormente, plantear cómo será la sesión en función de su modalidad, online o presencial; el volumen de asistentes; o el perfil profesional de las personas que acudirán.
Fase de ejecución
Durante la fase de ejecución, una vez recogidos los requerimientos de la organización, será primordial generar un ambiente de aprendizaje que propicie la participación del resto de personas, busque soluciones a sus inquietudes y en el que el propio formador pueda nutrirse del conocimiento que tienen que ofrecer el resto de los participantes.
En definitiva, el formador ha de ser capaz de explicar su conocimiento de forma sencilla, optimista y tranquila. Trasladando los beneficios del nuevo sistema, resolviendo los miedos que sitúan la innovación como una amenaza y detallando las tareas que tendrán que realizar en el corto plazo.
Fase de reflexión
Una vez terminada la sesión, el formador debe realizar un ejercicio de autocrítica constructiva, identificando aquellos puntos de mejora que requieren de una explicación alternativa o de mayor profundidad. Este proceso de búsqueda de soluciones es fundamental para la mejora de nuestro trabajo como formadores y es, en definitiva, lo que permite que año a año las formaciones impartidas sean de mayor calidad tal y como reflejan nuestras estadísticas.
En definitiva, ninguno de los planteamientos reflejados en cada fase es menos importante que el anterior, todos ellos merecen tiempo y esfuerzo por parte del consultor para satisfacer las necesidades de sus asistentes y mejorar sus habilidades como comunicador.
Por último, respondiendo a la pregunta planteada al inicio, para trasmitir su conocimiento y lograr los objetivos de cada proyecto, el formador debe ser permeable a las condiciones orgánicas de cada entidad y debe encontrar la forma de que su mensaje se interiorice, aportando innovaciones en el trabajo de sus asistentes. Tal y como decía Jean Piget “El objetivo principal de la educación es crear personas capaces de hacer cosas nuevas y no simplemente repetir lo que otras generaciones hicieron”, desde Bonser aplicamos en nuestro trabajo estas palabras y ponemos de manifiesto la importancia de la formación como última fase de implantación de nuevos modelos de gestión, que serán la base para el progreso y la modernización de las administraciones públicas.